El Icono de la Natividad del Señor (2ª Parte).

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO:
“EL QUE TENGA DOS TÚNICAS…”

En el Evangelio de hoy, el pueblo se preguntaba si Juan el Bautista no sería el Mesías que estaban esperando. Juan tiene muy claro que esto no es así, él simplemente es el “precursor”, el que viene por delante anunciando y preparando el camino del que viene tras él: “Viene el que puede más que yo” (Lc 3,16). La función de san Juan Bautista, por tanto, es ayudar a su pueblo a reconocer al Mesías, pero ¿quién reconoció realmente a Jesús?, ¿quién es capaz de reconocerle hoy?
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● El Buey y la Mula
Mucho se ha hablado últimamente de estas dos figuras, a raíz de la interpretación completamente errónea que algún periodista ha hecho al comentario al respecto de Benedicto XVI, en su último libro.
El nacimiento de Cristo pudo tener lugar en un establo, ya que, según Lucas, María acuesta al niño en un pesebre, porque como también él nos dice: “No habían encontrado sitio en la posada” (Lucas 2,6). En la región en torno a Belén se usan desde siempre grutas como establo, por lo que no es de extrañar que hubiera animales cerca, pues el pesebre es el lugar de donde comen.
Desde la antigüedad (siglo IV) se representa al Niño Jesús rodeado de dos animales misteriosos: el asno y el buey. ¿Qué significado tiene esta representación?
Los Cuatro Evangelios no dicen nada del buey y la mula, aunque sí el evangelio apócrifo del Pseudo Mateo: “Tres días después de nacer el Señor, salió María de la gruta y se aposentó en un establo. Allí reclinó al niño en un pesebre, y el buey y el asno le adoraron. […] Y hasta los mismos animales entre los que se encontraba, le adoraban sin cesar.” (Ps Mt 14)

Si recordamos la explicación del significado de la cueva oscura, y la comparación que hacíamos con el agujero oscuro de los infiernos en el icono de la Resurrección, podremos ver nuevamente (ahora en este relato apócrifo) a Jesús saliendo de los infiernos al tercer día.
buey
Jesús no es reconocido por los suyos en el momento de nacer, y sin embargo aquellos animales aparecen calentándole con su aliento, representando aquello que Isaías había predicho al comienzo de su libro hacía mucho tiempo: “Conoce el buey a su amo, y el asno el pesebre de su dueño; pero Israel no me conoce, mi pueblo no recapacita.” (Isaías 1,3).
Esta referencia al profeta Isaías también aparece citada por el propio Pseudo Mateo, reconociendo así el cumplimiento de sus palabras; así como las del profeta Habacuc (en la versión griega): ”Te darás a conocer en medio de dos animales”. (Habacuc 3,2)
Esta incapacidad del pueblo judío de reconocer a Jesús como el Mesías que estaban esperando, tiene una correspondencia en las propias palabras de Jesús, cuando reconoce mayor fe en un centurión pagano que en todo el pueblo de Israel: “Os lo aseguro, una fe semejante no la he encontrado en ningún israelita. Os digo que muchos vendrán de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de Dios. Mientras que los ciudadanos del reino serán expulsados a las tinieblas de fuera. (Mateo 8, 10-12)
En la tradición de la Iglesia, los Santos Padres han visto en estos animales una manifestación simbólica. El asno que lleva el peso, la carga, representa a los gentiles que llevan la carga de sus pecados; Jesús ha venido a liberarnos de esa carga. El buey que trabaja, uncido con el yugo, representa a los judíos que estaban bajo el yugo de la ley; Jesús los va a liberar de ese yugo. “Acudid a mí, los que andáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy tolerante y humilde de corazón, y os sentiréis aliviados. Porque mi yugo es blando y mi carga es ligera.” (Mt 11, 28-30)
mula
Benedicto XVI, ve en esta representación del buey y la mula “una representación de la humanidad, de por sí desprovista de entendimiento, pero que ante el Niño, ante la humilde aparición de Dios en el establo, llega al conocimiento y, en la pobreza de este nacimiento, recibe la epifanía (manifestación de Dios), que ahora enseña a todos a ver. La iconografía cristiana ha captado ya muy pronto este motivo. Ninguna representación del nacimiento renunciará al buey y al asno.”
No obstante, este entrañable retrato iconográfico del nacimiento de Cristo, adornado con estos dos animales, no carece de implicaciones radicalmente sociales. Quien acoge a todos no fue acogido.
Juan Bautista nos lo anuncia en el Evangelio de hoy para que seamos capaces de reconocerle y de acogerle. ¿Cómo?, ¿de qué manera? También nos lo dice “El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo” (Lucas 3,11).
Recordemos la parábola del propio Jesús: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber, inmigrante y te recibimos, desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y fuimos a visitarte? El rey les contestará: Os aseguro que lo que hayáis hecho a uno solo de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis.” (Mateo 25, 37-40)
Si damos la espalda a los que carecen de refugio y a quienes no tienen cubiertas las necesidades de la vida, terminaremos únicamente con ideas y eslóganes y perdidos en la cueva sin estrellas del icono.

Escrito por José María Oviedo Valencia

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