Para mí la vida es Cristo.

Estas son las palabras que nos dirigió D. Arturo el pasado 7 de octubre, como credencial en su toma de posesión como párroco.

«Hola, querida Sagrada Familia:

Al comenzar esta etapa como párroco de la Sagrada Familia, D. Daniel me ha pedido que escriba estas líneas a modo de presentación. Nada más difícil, lo de ser yo el tema del mensaje, asumiendo un protagonismo en el que no me siento cómodo. Pero entiendo que debe ser así. Compartir la propia historia es ya una forma de servicio, o de testimonio o de gesto de amistad, sin los cuales es incomprensible el ministerio de un sacerdote. Así que, con mucho gusto, os comento que:

Ante todo, «para mí la vida es Cristo» (Carta a los filipenses, 1, 21). Ésta es mi principal carta de presentación. Puede parecer obvia, pero no encuentro una forma mejor de decirlo todo con menos palabras. Pues, en efecto, creo que Él acompaña mi vida en todo momento, también en los momentos adversos, por dentro y por fuera, estando solo o acompañado, en las cosas más sublimes y en las más insignificantes. Y que de este modo mi vida desvela una belleza, y que esta belleza expresa el amor que Dios me tiene.

«Creo en el amor cotidiano de Dios»

Por decirlo de otra forma, creo en el amor cotidiano de Dios que sucede en la amistad con Jesús. O simplemente, me siento querido por el Dios de Jesús. Algo así me ocurría ya en 1987, a la vuelta de la 2ª Jornada Mundial de la Juventud, cuyo lema estaba tomado de la Primera Carta de San Juan: «Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (4,16), con el que llegué a identificarme plenamente.

Algo así me seguía ocurriendo en aquel verano de 1996, cuando me sentí llamado a ser sacerdote, y aglo parecido persistía en mi corazón el 8 de mayo de 2004, cuando fui ordenado en la catedral de la Almudena. Y tampoco a fecha de hoy puedo decir otra cosa. El misterio del amor de Dios sigue impulsando mi vida y yo, a poco agradecido que sea, no puedo sino reconocerlo y creer en él.

«Vuestra parroquia es ahora también la mía»

La otra cosa que hoy me sale deciros es que os quiero, ya antes de conoceros. Vuestra parroquia es ahora también la mía, y entiendo que es la mejor por la única razón de ser la mía, la que la Iglesia me ha asignado. Afortunadamente tampoco elegimos a nuestra familia ni a nuestros amigos. Son los mejores por ser los nuestros, lo que Dios ha querido para nosotros.

Afortunadamente es Él quién también inspira nuestra amistad, y nos llama a querernos de una forma leal y desinteresada. Solo así es posible el deseo de entregar la vida en un lugar concreto sin perder la disposición a abandonarlo al día siguiente, tal como habéis visto suceder últimamente con D. José María.

«Contad conmigo siempre»

Por mi parte, aspiro a ser un buen párroco para vosotros, según el corazón de Jesús, y os pido que me ayudéis a serlo. Y aspiro a que nuestra amistad no se quede entre nosotros, sin que ayude a otros a encontrarse con Cristo y conocer le amor de Dios. Para esto cuento también con vosotros.

Rezo mucho por ello. Contad siempre conmigo.

Arturo.»

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