Sobre los abusos a menores

En el mes de febrero de 2019 se ha celebrado en el Vaticano con la participación de todas las diócesis del mundo el encuentro “La protección de los menores en la Iglesia”.


En la clausura, el Papa Francisco dio un discurso en el que se recogen 8 puntos destinados a acabar con la lacra del abuso a menores en el seno de la Iglesia.

 

El discurso comienza poniendo en contexto la violencia contra los menores en el mundo actual, en las familias, en los barrios, en internet…y en la Iglesia.

 

«La inhumanidad del fenómeno a escala mundial es todavía más grave y más escandalosa en la Iglesia, porque contrasta con su autoridad moral y su credibilidad ética. (…) En los abusos, nosotros vemos la mano del mal que no perdona ni siquiera la inocencia de los niños.»

 

«(…) Quisiera reafirmar con claridad: si en la Iglesia se descubre incluso un solo caso de abuso —que representa ya en sí mismo una monstruosidad—, ese caso será afrontado con la mayor seriedad. Hermanos y hermanas, en la justificada rabia de la gente, la Iglesia ve el reflejo de Dios, traicionado y abofeteado por estos consagrados deshonestos.»

«Así pues, el objetivo de la Iglesia será escuchar, tutelar, proteger y cuidar a los menores abusados, explotados y olvidados, allí donde se encuentren.»

 

¿Cómo? Siguiendo estos 8 principios

 

1.La protección de los menores: (…) es necesario cambiar la mentalidad para combatir la actitud defensiva-reaccionaria de salvaguardar la Institución, en beneficio de una búsqueda sincera y decisiva del bien de la comunidad, dando prioridad a las víctimas de los abusos en todos los sentidos.

 

«Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen una piedra de molino al cuello y lo arrojasen al fondo del mar. ¡Ay del mundo por los escándalos! Es inevitable que sucedan escándalos, ¡pero ay del hombre por el que viene el escándalo!» (Mt18,6-7).

 

2. Seriedad impecable: (…) La Iglesia nunca intentará encubrir o subestimar ningún caso.

 

3. Una verdadera purificación: (…) Acusarnos a nosotros mismos: es un inicio sapiencial, unido al santo temor de Dios. Aprender a acusarse a sí mismo, como personas, como instituciones, como sociedad. En realidad, no debemos caer en la trampa de acusar a los otros, que es un paso hacia la excusa que nos separa de la realidad.

 

4. La formación: (…) ofrecer un camino de formación equilibrado a los candidatos idóneos al sacerdocio, orientado a la santidad y en el que se contemple la virtud de la castidad. (…)

 

5. Reforzar y verificar las directrices de las Conferencias Episcopales: (…) Ningún abuso debe ser jamás encubierto ni infravalorado (como ha sido costumbre en el pasado).

 

6. Acompañar a las personas abusadas: (…) Escuchar, dejadme decir: “perder tiempo” en escuchar. La escucha sana al herido, y nos sana también a nosotros mismos del egoísmo, de la distancia, del “no me corresponde”, de la actitud del sacerdote y del levita de la parábola del Buen Samaritano.

 

7. El mundo digital: la protección de los menores debe tener en cuenta las nuevas formas de abuso sexual y de abusos de todo tipo que los amenazan en los ambientes en donde viven.

 

8. El turismo sexual: (…) Para combatir el turismo sexual se necesita la acción represiva judicial, pero también el apoyo y proyectos de reinserción de las víctimas de dicho fenómeno criminal. Las comunidades eclesiales están llamadas a reforzar la atención pastoral a las personas explotadas por el turismo sexual.

 

Miremos a Edith Stein – santa Teresa Benedicta de la Cruz, con la certeza de que «en la noche más oscura surgen los más grandes profetas y los santos.»

 

DIscurso del Papa ante los obispos

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