El Icono de la Natividad del Señor (4ª Parte)

NAVIDAD:
“LA LUZ BRILLA EN LAS TINIEBLAS”
La Luz brilla en las tinieblas
• El Niño Jesús
De pronto, en la gruta, en medio de la cueva oscura, vemos al Niño Jesús en un pesebre; en medio de nuestra oscuridad, de nuestra tiniebla, de nuestras preocupaciones, de nuestras dificultades, de “la crisis” y de cada una de nuestras crisis personales… BRILLA “LA LUZ”. Así se cumple lo que en el cántico del “Benedictus”, recitado cada mañana en la Oración de Laudes, Zacarías, el padre de San Juan Bautista, profetizó: “Nos visitará el Sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte.” (Lucas 1,78-79).
NIño Jesús pesebre

En el icono, el niño tiene más rostro de adulto que de niño, representando la sabiduría eterna, el Hijo engendrado desde la eternidad. Ahora se presenta entre nosotros para iluminarnos, y divinizarnos al humanizarse él.

En la cruz de la aureola tres letras griegas: “O’ ων” = “El que es” (el nombre de Dios revelado a Moisés) y a veces junto a él la abreviatura griega de “Jesús Cristo” = “IC XC”.

El pesebre aparece tradicionalmente con forma rectilínea y con paredes de mampostería; tiene forma de sepulcro y de altar: sepulcro porque, con su nacimiento, el Señor ha querido asumir también el riesgo de su muerte redentora; altar porque el Verbo que se encarna en Belén (Bet.lehem = la casa del pan) es el que se nos ofrece como Pan de vida en la Eucaristía.

El cuerpo del niño está “envuelto en pañales (en fajas)”. Nos recuerda la imagen envuelta de Lázaro resucitado saliendo del sepulcro. En los textos litúrgicos se utiliza la misma palabra para indicar las vendas con las que el niño está fajado en el pesebre y que el ángel indicará a los pastores para reconocerle: “Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.” (Lucas 2,12); y las vendas con las que será envuelto tras su muerte y que luego serán abandonadas en el sepulcro como señal de su Resurrección.

En una cultura en la que la presencia de Dios parece que se va difuminando, mucha gente sin embargo, incluso desde su escepticismo, celebra la Navidad, porque ¿qué puede ser más normal que nacer? Si Jesús vivió es que nació, sin que en ello se visualice a primera vista milagro alguno. Por eso, con poca o ninguna fe en el resto de la doctrina, podemos celebrar su nacimiento. La Pascua se ha ido desvaneciendo cada vez más, pero al menos permanece algo de la alegría navideña. Puede que, en último término, esta festividad nos lleve de nuevo a la fe en toda su riqueza. Quizá éste sea el milagro y la luz de esta fiesta: seremos “rescatados” por la LUZ de la Navidad.

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